Fanficts Adara y Alcander

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En un bosque cercano al reino de Bilker, unos hermanos se divertían mientras aprendían a controlar sus poderes. Ese día practicaban solos, su maestro había ido a entretenerse con unas fulanas cercanas.

No tendrían más de seis años y ya manejaban su magia como grandes maestros.

Alcander creyéndose poderoso, lanzo una ráfaga de aire a su hermana Adara, pero ella con gran agilidad lo esquivó y se lo lanzo a él. -Sabes que nunca serás tan bueno como yo.- rió
-Eso es lo que tú te crees. Soy mejor que tú en otras cosas- cogió carrerilla y se abalanzó sobre ella.
-Quítate de encima. Hoy no quiero.
-Nunca me quitaré, siempre serás mía y lo sabes. Aun que padre haya preparado ya tú boda, siempre serás mía-
Después de decir estas palabras Alcander la cogió de los hombros y la besó. Pero algo interrumpió aquel mágico momento. Unos gritos venían de Bilker. Dejaron lo que estaban haciendo y recogieron. Salieron corriendo a ver que sucedía.

Cuando llegaron la piel se les volvió blanca como la nieve. Casas ardiendo, cadáveres por doquier, pero lo más espeluznante, estaba aun por llegar. Fueron acercándose lentamente hacia su hogar, o lo que quedaba de él. Adara lloraba a lágrima viva por aquel panorama. Cuando vieron por fin el resultado de la masacre se quedaron helados. Frente a las escaleras que daban la entrada al castillo había, para la desgracia de los dos niños, dos picas, macabramente adornadas con las cabezas de sus padres.

Alcander fue el primero en reaccionar. Se acercó a las picas para quitarlas y evitar una humillación mayor para sus padres.
-No, déjalo Alcander, no te acerques- Adara agarró el brazo de su hermano para evitar acercarse a las picas.
-¡Suéltame!- Ellos se merecen más que esto. ¡Entra con cuidado y recoge algunas cosas! ¡Nos marchamos de aquí! Recuerda Adara, estate alerta, no sabemos si los que han hecho esto siguen dentro. No quiero perderte a ti también- Se acercó a ella y la dio un fuerte abrazo.

Adara nunca había visto a su hermano llorando, y mientras el la abrazaba se puso a sollozar como el niño de seis años que era. Nunca volverían a ver a sus padres con vida, nunca volverían a aquel lugar. Allí empezaba su viaje hasta mí.

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